Está
amaneciendo... ¡qué paz refleja tu cara cuando duermes!
Ya es casi
la hora de empezar un nuevo día y la verdad...
reconozco
que no me gusta nada madrugar.
Quizá
sea esa la razón por la que tengo tan mal despertar.
Te agradezco
tanto que cada mañana me regales tu primera mirada,
tu sonrisa
y que me digas: ¡buenos días mi amor!
Me encanta
mirarte cuando me preparas el café.
Te preocupas
tanto de lo mío, que se te olvida
y no te
importa que el tuyo se esté quedando frío.
Siempre
piensas antes en mí... siempre. Y...
¡no
sabes cuánto te quiero!
Necesito
ese beso... ese beso tuyo de ayer, de hoy y de siempre.
Ese beso
que me das cuando me marcho y cuando regreso.
Cuando
llego a casa... tarde... cansado y con problemas,
y tú
me recibes con los brazos abiertos, me ayudas, me oyes y,
sobre todo,
me escuchas, y eso... alivia mis penas.
Hoy desperté
abrazado a ti. Me gustó tanto mirarte.
Tenías
los ojos cerrados a la luz, y la mente abierta a los sueños.
Tu cuerpo...
completamente desnudo.
Mis manos
parecían tener alas, se me escapaban,
volaban
hacia ti, te deseaban... y te acaricié de los pies a la cabeza...
una y otra
vez.
¡No
sabes cuanto te quiero!
Hay veces
que no nos hacen falta ni las palabras para entendernos...
¡nos
basta con mirarnos!... y si por alguna tontería discutimos,
acabamos
encontrándonos donde más cerca nos sentimos,
más
unidos... ¡nuestra cama!
Si nos
va bien o mal, yo a tu lado y tú al mío... juntos... fundidos
como arena y sal... como agua del mismo río. Hay quien no entiende
este amor, hay quien nos da la espalda. ¡Que más nos da!...
si tú y yo sabemos que, cuando nos conocimos, decidimos alzar el
ancla.
Te he sentido
tantas veces cuando, a medianoche, te levantas,
me miras,
y me mimas como si aún fuera un crío...
pareces
adivinar que estoy sintiendo frío, y me echas otra manta.
Me gusta
como me tratas... y me gusta como me amas...
¡eres
el mejor regalo que me ha dado la vida!
¡No
sabes cuanto te quiero!
Compartes
todas mis cosas... ¡todo!... lo que se puede sentir,
cuando
de verdad se ama. En esos momentos de entrega
tuya y
mía, donde sólo hay un testigo que nos mira, calla y
guarda
nuestra intimidad...
¡nuestra
cama!
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