Adios
Afuera
está lloviendo y en los cristales las gotas
presurosas
resbalan hacia el abismo donde se
perderán.
Igual que tus lágrimas aquel día,
me
traen recuerdos alegres pero, sobre todo, tristes.
Un día
llorabas como una niña a la que se le ha
roto
su juguete. Entonces te diste cuenta de que yo,
muñeco
de porcelana entre tus manos, me había hartado
de
soñar con ser principe, de sufrir callado entre
tus
brazos.
Sabías
que me hacías daño pero a nada dabas importancia.
Creías
que esa miel que me dabas, ese frescor de tus labios que
tanto
necesitaba, me retendría a tu lado, como lo había
hecho
tantos años.
Esta
vez te equivocabas, el valor se había acumulado
como
las gotas en los cristales, como las lágrimas en tus ojos,
dentro
del corazón que tanto te quiso
y se
decidió a abandonarte.
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